10.9.07

 

EL DOLOR

Soy una persona que en el transcurso de su vida (66 años) ha sentido el dolor corporal algunas veces y el dolor del sentimiento, del corazón o del alma otras tantas, debido a engaños, desengaños o fallecimientos de amigos o familiares. Sentimientos que a veces han sido tan intensos que no me ha permitido asistir a algún funeral por lo acongojante de mis lágrimas que me ahogan de dolor. Soy hombre sensible, no puedo resistirlo y lloro mucho.

El dolor corporal se experimenta de niño por algún coscorrón, rotura de algún diente de por vida o algún cachete del “profe” o la mano amable de enseñanza de la mamá, nada importante por fortuna. De mayor la cosa cambia y los dolores lumbares, ciáticos, de reumas, operaciones o roturas de tendones o huesos van marcando la vida del ser humano. Cuando te duele algo y a tu interlocutor, hijos o parienta, no le duele nada te escucha pacientemente y te alivia con palabras, sin conocer hasta que punto puedes sentir y soportar el grado de dolor o ser un hipocondríaco.

Llevo dos años conservando un dolor abdominal permanente y mutante que “gracias” a él me detectaron un cáncer, que derivó en metástasis. Este dolor viajero, me ha aumentado con una virulencia tal que el otro día creí morir, se me pasó a las vértebras L-4/L-5 y me subió por toda la columna vertebral como espada flamígera. La “quimio” me ha producido trastornos neurocirculatorios, caída del cabello, cansancio, insomnio y cambio de mi cuerpo, piel, uñas, etc. Hoy estoy en tratamiento con “radio” para eliminar una serie de ganglios malignos que rodean mi interior. Tomo para la enfermedad unas 500 píldoras y potingues al mes. Cuando jamás en mi vida había tomado ni una aspirina infantil. Sumen al año el gasto que provoco a la Seguridad Social. El dolor acude al enfermo como un traidor con nocturnidad y alevosía, que a veces sí se desea al peor enemigo. Pensé llegada mi hora. Podía cantar el tango: “mi cuerpo enfermo ya no aguanta más…” Esa noche lloré, lloré mucho de dolor e impotencia, los analgésicos no me hicieron mella, hasta que acudí a urgencias del Oncológico-USAC (Bellvitge) y allí la mano de santa de la Doctora Coma y un equipo humano, muy amable y profesional me alivió el sufrimiento. La química que poco a poco destroza nuestros cuerpos por dentro y por fuera me alivió. No seré el único caso por desgracia, ni tengo el cuadro más doloroso, pero deseo con estas líneas animar a todo ser que padece, a mis compañeros de dolor de mente o de cuerpo, que en nuestras noches de insomnio y cuando el dolor te desgarra por dentro y lo pasas en silencio para molestar lo justito, debemos aprovechar en oír la radio, leer libros o periódicos, pintar, escribir para comunicarnos o rezar los que tengan fe en algún ser superior al hombre.

ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS- ENFERMO CRÓNICO.

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