15.5.07

 

CIUDADES GRUYÉRE

La frase “estás como un queso” se aplica a la mujer u hombre que está de buen ver, proporcionado y guapo. Sobre el queso hay defensores y detractores y muchas acepciones. Pero no hay duda que es un manjar exquisito en toda su gama de elaboraciones. Hasta los agujeros están riquísimos. Por cierto el auténtico queso de los agujeros es el Emmental de la región de Emmel-Berna en Suiza, aunque se aplica erróneamente los famosos agujeritos, burbujas aéreas atrapadas en su fabricación, al queso de gruyére en general. El libro filosófico ¿Dónde está mi queso? y otros sirven de auto-ayuda psicológica.

Cuando una ciudad se puede convertir en un queso de gruyére, todo el mundo sabe a lo que me refiero y sentirse preocupado por lo que puede suceder en nuestra querida Barcelona. Como todas las grandes ciudades del mundo tenemos más ratas que habitantes, el subsuelo es toda una red de túneles, alcantarillas, rieras, cables coaxiales, de gas, de electricidad, de tren, de metro o montañas huecas como el Carmelo. Barcelona es hoy una ciudad gruyére atravesada por debajo por todos los lados. Llegará el momento que sólo se podrá especular con el ladrillo en el mar o por los cielos. Tarragona, por ejemplo, es una ciudad construida sobre un lago de agua dulce, donde hay cuevas, grutas y estanques subterráneos.

Toda esta reflexión es para denunciar a los políticos, ingenieros o mesiánicos de turno que se les ocurre que el Tren de Alta Velocidad (AVE) pase por debajo del centro de Barcelona a 30 o 60 metros de profundidad, con el gran riesgo que supone los posibles hundimientos, sobre todo para vidas humanas, luego a las viviendas o las obras culturales como la Sagrada Familia (aunque seas ateo es un bien a proteger). Cuando hay centenares de profesionales, expertos, amantes de patrimonios de la humanidad, de España y del extranjero que firman manifiestos y costosas páginas en los periódicos, para que el necesario AVE no pase por el centro de la ciudad de Barcelona. Pero resulta que la mayoría de ciudadanos de a pié tampoco lo queremos, cuando hay dos alternativas sin tanto riesgo, por la zona mar o por la montaña. Es seguro que la firma del ciudadano normal no vale mucho, pero nuestros votos sí. Y está claro que los que queremos a Barcelona no deseamos una ciudad gruyére.

ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS
Escritor

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