17.8.06

 

CAYUCOS Y QUIJOTES 22/07/2006

Triste es ver y leer cada día la tragedia de hombres y mujeres que deben abandonar sus países y se adentran en el mar en frágiles embarcaciones, en busca del pan, el trabajo y la libertad. No importa de donde son ni a donde van, son seres humanos a la deriva, que han nacido en unas tierras donde sus políticos, gobernantes y religiosos no les importa ni su porvenir, ni sus vidas. Da igual que sean Balseros de Cuba, Pateras de Marruecos o Cayucos de África, es la injusticia hacia el ser humano que se ven forzados a abandonar sus raíces, sus familias, sus míseras propiedades, endeudando a toda la familia y amigos, en busca de un futuro incierto.

Grandes son los esfuerzos de las autoridades españolas y de organizaciones humanitarias y de la Guardia Civil, cuando los atienden. Merecen un reconocimiento un premio. Los viajes diplomáticos y las diferentes entrevistas buscan soluciones. Sólo España se preocupa porque le atañe directamente, Europa está cómoda con el filtro español. Las contrapartidas que piden los países “exportadores de humanos” es más dinero. Y es seguro que ese dinero engordará los bolsillo de los sátrapas de turno, reyezuelos, o politicastros que mandan sobre la vida y la muerte de sus súbditos.

Pero vete aquí que surge un nuevo Quijote, el Quijote de los mares. Don José Durá, Capitán del barco español “Francisco y Catalina” de Santa Pola-Alicante y toda su tripulación de pescadores, avistaron un cayuco a la deriva con 51 personas en precaria situación y les prestaron ayuda, los subieron a bordo y los cuidaron y alimentaron. Llevan una semana parados, por su altruista y solidaria actitud les costará millones de euros no capturar de peces, el no faenar. Las autoridades de varios países implicados están alargando el tema. Al fin se los han sorteado como la túnica del nazareno y parece que la solución salomónica será separarlos y repartirlos. Hasta Andorra, que no tiene mar, se ha ofrecido a dar cobijo a alguno.

Estos Quijotes del Mar merecen la medalla al salvamento marítimo, la insignia de la Cruz Roja, el premio Príncipe de Asturias y muchos más. No oigo la voz del Papa, ni la de Mahoma, ni la de Buda ¿Y donde esta Dios, que lo permite?, porque hasta la Virgen del Mar, patrona de los marineros y Estrella de los Mares, está mirando para otro lado.

Abraham Méndez Ramos

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